Los avances desde finales del siglo XIX en el uso de fertilizantes en la agricultura, la producción de fertilizantes y la mecanización han aumentado drásticamente los rendimientos de la agricultura y la ganadería, mejorando la seguridad alimentaria y la nutrición en todo el mundo [1-2]. El aumento de la producción agrícola se ha logrado, en gran parte, mediante la utilización de recursos que antes no estaban disponibles para la agricultura, como el dinitrógeno, el fosfato de roca y la energía fósil. Sin embargo, la producción, el transporte y la aplicación de estos insumos adicionales causan amplios problemas en el medio ambiente, como el cambio climático, la acidificación, la eutrofización, o la contaminación del aire, por mencionar algunos [3]. Al mismo tiempo, la extracción y producción de estos insumos se está volviendo más costosa, haciendo que los precios de los fertilizantes hayan aumentado [4]. La geopolítica de los recursos de fosfato no renovables, junto con la dependencia de Europa de su importación, se está convirtiendo en una preocupación de los gobiernos europeos [5].